La aparición de la imagen fotográfica en Arequipa significó un cambio importante en los gustos y fue sinónimo de progreso y modernidad, es así que los establecimientos fotográficos tuvieron gran demanda de un público que quería ser fotografiado. Lo mismo que sucedía en la ciudad, se daba dentro de los muros del monasterio de Santa Catalina; es por eso que algunos retratos importantes fueron hechos por Emilio Díaz dentro del monasterio, ingresando supuestamente con un permiso especial del obispo. Desde los primeros años del siglo XX para que una imagen quede registrada ya no ingresaba el pintor, sino el fotógrafo.
En 1896 Emilio Díaz fue el primer fotógrafo en abrir un establecimiento en Arequipa, sito en la calle Guañamarca número 5 (hoy Rivero). Meses más tarde abría también sus puertas el estudio de Max T. Vargas, con quien Díaz tuvo una reñida competencia. Ya en 1912 los hermanos Carlos y Miguel Vargas abrieron otro estudio fotográfico en el Portal de San Agustín número 11. Por la misma época surgió asimismo el fotógrafo de procedencia puneña Martín Chambi, quien más tarde se establecería en la ciudad de Cusco. Estos tres últimos se formaron en el estudio de Max T. Vargas.
El gusto por el retrato fotográfico desplazó temporalmente al retrato pintado, hasta alrededor de 1930. Más adelante no se encuentran fotografías, por lo que cabe suponer que la práctica del retrato quedó olvidada en el monasterio de Santa Catalina debido a un cambio de costumbres. Ya bien entrado el siglo XX volvió a aparecer el retrato fotográfico y también el video con una tecnología más avanzada, que permitía recoger no solo la imagen de la protagonista, sino también diversos momentos trascendentales de la ceremonia, así como retratos de parientes y amigos de la religiosa, o del público en general.