En la época del virreinato los españoles nacidos en América ya no se sentían peninsulares, pero tampoco indios o mestizos, sino que se formó una nueva casta que se denominó criolla; era un círculo de gente culta, muchos de ellos con formación jesuita, que vivía pendiente de las novedades literarias y musicales de Europa. En la época inicial del monasterio, la mayoría de monjas era criolla o mestiza, con un alto componente de sangre española.
Eran diversas las circunstancias que alentaban a una mujer a optar por la vida monacal, y el hecho de vivir detrás de los muros del convento no significaba necesariamente que perdieran el interés por los asuntos mundanos y lo que ocurría fuera de este gran recinto. Los monasterios llegaron a constituir verdaderos centros de cultura y eran espacios de enseñanza donde se podía acceder a los libros con mayor facilidad. El Claustro de Los Naranjos estaba destinado al uso de las monjas que ya habían hecho sus votos, por lo que no es de extrañar que el tema de los emblemas elegido para adornarlo fuera tan místico.
Indudablemente llegaban a América gran cantidad de libros, algunos de ellos de emblemas, aunque como ya se ha dicho, no era un tema representado comúnmente. El centro de la imprenta, tanto de libros como de grabados, a partir del siglo XVI fue Amberes, de ahí que muchas de las fuentes europeas para el arte hispanoamericano hayan sido flamencas, como puede verse en las imágenes que acompañan éste artículo.
La estampa, es decir los grabados, eran considerados un arte menor, y mientras mas copias se hicieran de una obra, ésta iba ganando prestigio, por lo que los grabados del Pía Desideria, fueron reproducidos muchas veces por diversos autores.
Isabel Olivares